sexta-feira, 10 de julho de 2015

Un día de julio.



En medio de este caos putrefacto
donde las entrañas de la tierra 
absorben lo más mezquino 
de una sociedad enferma,
quiero morir en ti.

Así como las venas de la tierra
supuran lo más sucio del fracaso humano
y reciben de brazos abiertos 
el aterrizaje forzoso de la especie,
quiero quedarme en ti,
convertirme en tus flujos vitales,
navegar tu biología
absorber cada mal que te inunda,
hasta purificarnos los dos
en el éxtasis de nuestras pieles crudas.

Revolucionar nuestros cuerpos
a través del placer,
para seguir muriendo
en cada intento estéril de cambio radical de este mundo encallado.

Anclarme en ti hasta exorcizar tus males,
tus penas más profundas,
y por un instante
creer que aún hay esperanza
en esta autodestrucción consentida 
de miles de otros nosotros.

Ser un solo ser dispuesto a todo
en el momento en que tu placer culmina en mi oído
como un grito de guerra
contra todo lo establecido.

Hacer con nuestros cuerpos
una revolución imposible,
que cada gemido nuestro
reviva a los caídos
los desaparecidos
los desvalidos
el conjunto de nadies
que se convierten en un todo
en nuestras pieles.

Usar nuestros cuerpos vibrantes
como una gran manifiesto
donde todo es posible.

Que tus manos acaricien mi cuerpo
como un abrazo de la vida
a toda la especie humana.

Hacer el amor revolucionariamente.
Sublevar nuestros cuerpos
para siempre.

Revolucionarme
revolucionarte
arder en ti,
exorcizar al sistema a través de nuestras carnes,
fundirme contigo,
y crear los cimientos de una sociedad libre.